En Buenos Aires, a fines del siglo XIX, operaban distintos colectivos de rufianes y tratantes de blancas. No fueron los judíos los más poderosos o los mayores en número. Sin embargo, la formación de una poderosa sociedad llamada, en principio, Varsovia y luego Zwi Migdal, la osadía de poseer una sede social, un templo y un cementerio propio, los visibilizó en el creciente antisemitismo de la década del 30 y los proyectó hasta nuestros días como los más despreciables y temibles sujetos.