Una compilación de relatos que descubren la visceralidad y el horror de los días en que personajes de mil tallas tratan de conservar la cordura.
Por estas páginas desfilan: un vengativo coach de recuerdos personales; un burócrata mexicano que vomita sobre la madre Teresa de Calcuta en el aeropuerto Charles de Gaulle de París; un reportero adicto al crack convertido en payaso de rodeo literario; el fantasma de Juan Rulfo; un psicoanalista lacaniano y caníbal; un videoartista cuya obra consiste en filmar pornografía gonzo con mujeres enfermas de sida; Dios revelado como nini; un narcotraficante idéntico a Quentin Tarantino obsesionado con encontrar y asesinar a Quentin Tarantino.
Todos ellos habitan mundos de estados éticos alterados. Sin embargo, a diferencia de lo que podría pensarse, esa alteración consiste en que su ética es más rigurosa que la nuestra; no más justa ni más benévola, pero sí más implacable.
Los diez cuentos que integran este libro son vértigos totales, universos tan excéntricos como perfectamente lógicos. Transitan de la ternura del Ángel Exterminadora la violencia de una carcajada plagada de caries. Con una prosa afilada y contundente -feroz como un lento relámpago-, Julián Herbert nos recuerda que eso que llamamos «la experiencia humana» es sólo una masacre de capas de cebolla, una zona ciega y egoísta que somos incapaces de dilucidar.