Las promesas de modernidad —trabajar menos pero ganado más gracias a la sociedad de la abundancia; trabajar menos y de forma agradable gracias a la civilización del ocio; o no trabajar en absoluto —o casi— gracias a las nuevas tecnologías, son simples mentiras. Un imposible, mientras estamos sometidos a las rigideces de la economía capitalista. El decrecimiento, por el contrario, postula que se pueden ejecutar esas promesas, consiguiendo que todo el mundo pueda trabajar menos y mejor, sin pérdida de ingresos.