«Beber un cáliz y Triste domingo son libros disímiles en su género y presentación, pero ambos guardan los secretos esenciales de este escritor hidalguense, sin el cual no podríamos comprender la riqueza de la narrativa mexicana del siglo XX.» Del prólogo de Sandro Cohen
Muchas son las virtudes de la prosa de Ricardo Garibay. Este «artesano riguroso de la palabra», como diría Adolfo Castañón, ha sido elogiado porsu célebre oído literario, alejado del canon, así como por su destreza para construir personajes. En Triste domingo traza un triángulo amoroso entre Alejandra y dos hombres aparentemente opuestos: Fabián, un joven escritor en ciernes, de una intensa candidez; y Salazar, quien todo lo sabe y lo ha vivido, y aparenta tener el caos bajo control. Beber un cáliz, de corte autobiográfico, constituye la crónica de cómo vivió la agonía de su padre: el desmoronamiento frente al que experimenta su dolor y contradicciones. Dos temas universales, el amor y el padre, con los que sólo puede atreverse un autor con la experiencia narrativa de Garibay.