Se suele mencionar a Angélica Gorodischer como la gran escritora argentina de ciencia ficción, también se señala con insistencia su maestría para esgrimir el humor como recurso narrativo; sin embargo, estas reiteraciones, certeras y exiguas, omiten otras valoraciones como lo demuestra Tumba de jaguares, su notable novela que la “Serie de los dos siglos” de Eudeba reedita con toda justicia.
Publicada en 2005, no se detectan en ella ninguno de esos rasgos con los que se la suele asociar; pero a la vez incluye aspectos que se encuentran presentes en toda su obra: la narración experimental; el manejo rupturista de la ficción especulativa y el policial; el solapamiento entre genre –género literario– y gender –narraciones protagonizadas por mujeres o que destacan el lugar de la mujer– y una geografía indefinida que cubre de atemporalidad a sus relatos.
La novela está dividida de tres partes, y aunque cada una de ellas parece ser autónoma, en cuanto se despliegan se puede avistar la íntima relación que las vincula, como cajas chinas, espejos enfrentados o víbora que muerde su cola. Y en todas, la violencia está presente ejercida por personajes que la sufren o la practican y que, al igual que sus lectores, caen fascinados ante una trampa de la que no pueden escapar.