Ordenando la casa de su madre, Polly Morland encuentra un maltrecho ejemplar de bolsillo detrás de una estantería familiar. Al hojearlo, le sorprende descubrir una antigua fotografía del recóndito y boscoso valle en el que vive: lo reconoce, pasa por ese recodo cada día. El libro es «Un hombre afortunado», el relato clásico de John Berger sobre un médico rural que trabajaba en su comarca hace más de medio siglo. Este hallazgo casual lleva a Morland hasta la valiosa médica que cuida hoy de su comunidad, una mujer cuya vocación surgió en gran medida precisamente de la lectura de esa obra cuando era adolescente. En «Una mujer afortunada», pues, acompañamos a esta concienzuda doctora, cuya historia se entrevera con la de su predecesor de maneras insólitas. Ejerciendo su profesión dentro de una comunidad que ama, resulta una rareza en la medicina contemporánea: conoce a sus pacientes al dedillo, las vidas que pueblan ese lugar arcaico y salvaje, y que se entrelazan con la suya propia. Rastreando la narración de Berger tras más de medio siglo de cambios sísmicos, tanto en nuestra sociedad como en las formas en que se practica la medicina de familia, «Una mujer afortunada» arroja luz sobre lo que significa ser médico en el complejo y desafiante mundo de hoy. Entretejiendo la historia de la doctora con las de sus pacientes, reflexionando sobre la relación entre paisaje y comunidad, y sobre el papel más amplio de la medicina en la sociedad, surge un retrato único de una médica de familia del siglo XXI: cuidado y compasión; dedicación y resiliencia; adaptabilidad; aprendizaje continuo... Y, sobre todo, respeto y humildad, humanidad y esperanza.