Un hombre, hastiado de su vida, deambula por un panteón. En su camino, se encuentra con un sepulturero, quien lo convence de hacerle compañía a un cuerpo antes de ser enterrado. El joven reza ante el cadáver y coloca una cruz sobre la tumba. Al hacerlo, siente una gran empatía por el desconocido, piensa en su propia vida y anhela morir.
Este acercamiento con la muerte le muestra que la vida es un camino donde el reto es luchar contra el pesimismo y alcanzar la realización personal. El mensaje esencial reside en una simple palabra: ¡vive!