Comienza esta historia cuando Alfonso el Onceno muere en el cerco a Algeciras, en el año mil trescientos cincuenta, heredando el trono castellano, su hijo legítimo, Pedro.
Dos personajes frente a frente; los dos, hijos de rey y hermanos de padre; el uno, legítimo rey; el otro, conde; Pedro y Enrique. O tú o yo. Ese fue el santo y seña de sus vidas.
Éste es el relato novelado del conjunto de acontecimientos históricos y personales en que se vieron inmersos tanto, el propio rey Pedro, como algunos de sus hermanastros, coetáneos y allegados, canalizando a través del diario de uno de los escribanos reales, muchos de los hechos más notables de este enérgico y singular monarca.
Nuño de Montiel, el escribano asimilado a labores de cronista, nos desgrana la emocionante vida de Pedro I de Castilla: Las guerras con Pedro IV de Aragón; los desencuentros con sus hermanos; su animadversión hacia el canciller Juan Alfonso de Alburquerque -quien guio sus primeros pasos como rey y dictó algunos ajusticiamientos-; sus amoríos, bodas y amantes; su excomunión, impuesta por el papa Inocencio VI de Aviñón a causa del repudio a la reina Blanca; su apasionado amor con María de Padilla, la madre de sus hijos herederos; las batallas libradas en la permanente contienda civil peninsular con su hermanastro Enrique de Trastámara, hasta su trágico final, en Montiel, ante los muros de la fortaleza de la Estrella.
Ahí acaba la historia con un destino trágico e idéntico para ambos –rey y cronista real- en la que este último nos desvela, parejo a los avatares de su propia vida, las sorprendentes confesiones manuscritas de Pedro I, el personaje más dramático, grandioso y colosal de todos nuestros Reyes de la Edad Media.