Yo, para algunos, soy el peor de todos. El mafioso. El apretador. El que se caga en todo el mundo. El que hace periodismo basura. El que se mete en la vida privada de los demás pero al que no le gusta que hagan lo mismo con la suya. El que se enganchó con una pendeja refuerte porque está lleno de plata y de poder. El que cobró seiscientos mil dólares para entrevistar a Fariña y farandulizar la ruta del dinero K. El periodista elegido por el gobierno para entrevistar a la Presidenta. El que es capaz de hacer cualquier cosa por medio punto de rating. El que echó a su amigo Ventura porque es un hijo de puta que no tiene corazón. El que no se arrepiente de nada Por todo esto, para muchos, soy el peor de todos. Allá ellos. No me conocen nada. Soy algo de eso. Pero también un tipo que recibió los peores golpes en su niñez. Que se crió en la calle. Que se abrió camino en esta picadora de carne de los medios sin padrinos. A pura prepotencia de trabajo. Al que un día le explotó el corazón y se dio cuenta de que estaba solo. El que a los cincuenta años perdió todo y tuvo que volver a empezar. El que tuvo la milagrosa dicha de ser elegido por sus hijas en un acto de amor y de adopción de ida y vuelta. El que encontró el amor cuando ya estaba desahuciado en el amor. El que se bancó tapas de revistas, extorsiones, apretadas y amenazas. Uno de los pocos que desde hace quince años mantiene Intrusos como programa líder de audiencia y la revista Paparazzi como primera en ventas. Soy todo eso. Y mucho más. Por eso decidí hacer mi autobiografía. Escrita a corazón abierto. Sin especular en lo más mínimo. A favor y también en contra mío. Sin pensar en las consecuencias. Brutal, honesta y descarnada. Es decir: como me gusta hacer las cosas a mí. Jorge Rial