Una obra de juventud de Félix Luna con una seria investigación
historiográfica. Escrito en 1954 durante el gobierno justicialista,
contrapone sutilmente la figura de Yrigoyen a la de Perón, reflejando su
militancia política en el radicalismo.
La importancia de Hipólito Yrigoyen en la vida argentina no radica
solamente en haber sido el principal artífice de un movimiento popular
de perdurable vigencia o en haber logrado la consagración presidencial
en 1916 y 1928. Reside, más bien, en una acción fundada en principios
éticos que se tradujeron en estrategias tan arduas como las que llevaron
a su partido a la intransigencia, la abstención y la revolución en algún
momento de su trayectoria, y las que promovieron actos de gobierno
modificatorios de la tradicional orientación del Estado en lo económico,
lo social, lo cultural y lo internacional.
Sin ser un orador ni un escritor, renuente a la publicidad, cultivador
del diálogo recoleto y persuasivo, Yrigoyen gozó de un afecto popular
que le permitió triunfar invariablemente en las contiendas cívicas de su
tiempo y convertirse, a la vez, en un modelo fascinante e inimitable.