Echevarría, Naiara de Diego

Desde pequeña sentí una gran curiosidad por el mundo en el que vivimos. Me preguntaba dedónde veníamos, quiénes éramos o cómo se había creado el mar y las estrellas. Me parecíaalgo maravilloso este milagro llamado vida. Los cuentos, las pinturas, las hojas en blanco y elolor a libro nuevo me encantaban. El amor a mi familia ha sido, es y será infinito. Gracias aellos soy quien soy el día de hoy. Gracias a mis vivencias, he aprendido lo importante que sonlas creencias. Me crie en una familia que, por miedo, ignorancia o porque era la forma de vidacon la que ellos habían crecido, abundaban los miedos, las preocupaciones e inseguridades.Quise correr antes de andar, queriendo desparecer en ocasiones de las circunstancias que merodeaban y culpando a mi alrededor de mi situación o de mis sentimientos. Buscaba culpablesy solo quería huir de los problemas, creyendo que la felicidad estaba al lado de alguien o algo.Y el cargar la responsabilidad a los demás no fue la solución. He arriesgado, he creídoencontrar mi destino y estar en la dirección correcta, pero de repente, todo cambiaba derumbo y había que volver a empezar de cero, buscando de nuevo otra dirección. Entoncesaprendí que a veces Dios, la vida, el universo infinito o cómo quieras llamarlo tienen otrosplanes que no imaginabas. Y cuando nos resistimos y nos aferramos a no dejar ir o a noaceptar lo que nos está pasando, es cuando realmente sufrimos y paralizamos el flujo de lavida. Y al final de ese largo recorrido lleno de altibajos, aprendes que, a veces, cuando noconsigues lo que quieres, encuentras tu verdadero propósito.