El pecado original es pensar que a nosotros no nos pasará nada.
Mezclar familia y empresa lleva muchas veces a que la lógica de la razón y la lógica del corazón entren en conflicto. Cuando a los problemas existentes en todas las familias se añade el compartir la propiedad y la gestión de un negocio, el riesgo de discrepancias, tensiones y peleas aumenta de forma exponencial.
La dificultad de separar el componente emocional de las decisiones empresariales y la pérdida de la objetividad en muchos temas hace que peligre la confianza entre los socios, la visión compartida, la continuidad del negocio y la tan preciada armonía familiar.
Al objeto de evitar, en la medida de lo posible, estos problemas y para aprender cómo se han gestionado en casos reales, Ricard Agustín los agrupa en tipologías de pecado, que en función de su gravedad pueden tener mayores o menores consecuencias para la continuidad del negocio y del buen clima familiar, y da algunas píldoras para que el lector disponga de las herramientas y las pistas necesarias para poder actuar como un buen dueño responsable.