Cecilia, a quien la vida sonreía, la entregó por su fe.
En Roma, capital del Imperio, vivió Cecilia, noble dama cristiana y amante de la música. Imperaba Marco Aurelio, filósofo estoico que odiaba el cristianismo, y lo perseguía hasta el punto de considerar reo de muerte a todo aquel que lo profesara. Cecilia murió en defensa de su fe, junto con otros muchos mártires.