Una lágrima de la madre derramaba pena cuando abría con mimo los párpados de Josué y lavaba sus opacos ojos con manzanilla, con romero, con agua del mar.
Escribo, dejando que sea mi personaje quien cuente una historia vivida en ese mundo de realidad mágica guardada como un tesoro solo visible para las personas ciegas.
Este es el libro de alguien que veía el mundo que conocemos desde un lugar que desconocemos. ¿Vienes?